(RV).- En el tercer aniversario de la elección pontificia del Card. Jorge Mario Bergoglio, Mons. Giancarlo Bregantini, Arzobispo de Campobasso – Bojano, Italia, fue entrevistado por Alessandro Gisotti, para Radio Vaticano. Sínodo sobre la Familia, la Encíclica Laudato si’, los viajes apostólicos y el Jubileo de la Misericordia, el Obispo de Roma prosigue el camino que trazó desde la tarde de su elección, el 13 de marzo de 2013: un Pastor que camina con el pueblo hacia el encuentro con el Señor Jesús.
El prelado italiano empieza destacando su profundo aprecio por la Carta Encíclica del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común:
“Lo que he apreciado inmensamente es la Laudato si’; pienso que es un documento de grandísimo valor, que se afianza en la Evangelii gaudium, también después de su intervención magistral en Florencia, en el encuentro eclesial nacional italiano. Luego, la maravillosa experiencia efectiva de la Misericordia, que entra en las vivencias y que, en el Ángelus del IV domingo de Cuaresma, con la parábola del Padre misericordioso, volvimos a apreciar en su plenitud. Por lo que decimos: ‘Gracias a este Papa, que nos ha hecho ver que no es una parábola antigua, sino que es una palabra de hoy’. Otro elemento, el tercero, es la experiencia de sus viajes”.
Mons. Bregantini hace hincapié en que la misericordia es como una lente a través de la cual podemos ver toda la acción del Papa Francisco:
“Sí, sin duda. Sentimos la lente que, obviamente no es helada, fría, sino que es el calor del sol que calienta al mundo de hoy. Si no tuviéramos la Misericordia, cómo podríamos afrontar el tema de Libia, de Siria y las dinámicas tan complicadas de Europa, ¡por la que rezamos hoy, para que no se levanten muros, y para que se comience a razonar en términos de misericordia!”.
El Papa Francisco reitera a menudo la necesidad de una Iglesia sinodal, una Iglesia que viva “la belleza del caminar juntos”. Mons. Bregantini subraya la repercusión positiva de la exhortación del Papa para la vida de la Iglesia:
“Creo que será muy grande, nosotros la estamos impulsando a nivel diocesano. La exhortación que él nos ha presentado, sobre todo su modalidad, que no sea un mero documento, un estudio específico, que sirva para una armonía entre sacerdotes, fieles, pobres, creación. Es una sinodalidad ampliada. Con su exhortación, se ha pasado de una sinodalidad de cátedra a una ‘sinodalidad de camino’, como indica en realidad su origen. Ello ha vuelto a dar al evento del Sínodo en las diócesis esa sonrisa, esa caricia, ese acompañar que necesitamos. Todo ello con la exhortación: no es posible acompañar sin exhortar. Y exhortar lleva a acompañar. Uno de los signos que tendrá un impacto creciente es la reforma del tribunal diocesano para verificar la nulidad de las causas matrimoniales. Es una modalidad de enfoque innovadora, entre los fieles y el Obispo, entre las familias y la comunidad, entre las heridas y quien las sana. Sientes realmente por dentro que la misericordia, también jurídicamente, adquiere un rostro nuevo: Misericordiae Vultus”.
Ecos del inicio del Pontificado del Papa Francisco
“El verdadero poder es el servicio”
(RV).- “No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura”. Lo afirmaba el Papa Francisco hace casi tres años ya, en su intensa homilía de la Misa celebrada por el inicio de su pontificado, el 19 de marzo del año 2013. Antes de esta Misa, el Santo Padre había llamado por teléfono a Buenos Aires, para dejar un mensaje a los argentinos reunidos en la Plaza de Mayo, en que les pedía que “no se olviden de este Obispo que está lejos pero que los quiere mucho”, a la vez que los invitaba a rezar por él.
En efecto, el martes 19 de marzo de 2013, en la Solemnidad de San José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María y Patrono de la Iglesia Universal, el entonces recién elegido Papa Francisco celebraba la Santa Misa por el inicio oficial del su ministerio petrino. Misa solemne en la que participaron unos 200 mil fieles y peregrinos junto a las delegaciones oficiales de más de 130 países.
Antes de la misa el Papa Francisco había recorrido la Plaza de San Pedro durante varios minutos, deteniéndose a saludar, besar a algunos niños y bendecir a los miles de fieles presentes.
Tras el recorrido, el Obispo de Roma entró en la Basílica vaticana para vestir los paramentos de la Misa y bajar a orar ante la tumba de San Pedro. Después, en la Plaza de San Pedro le fue colocado el palio, y el anillo del Pescador, símbolos del pontificado.
En su homilía, el Papa Francisco comenzó diciendo:
“Queridos hermanos y hermanas: Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y Patrono de la Iglesia Universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud”.
Y se preguntaba:
“¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús”.
El Papa Francisco también se preguntaba: “¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia?”:
“Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu”.
José – prosiguió diciendo en su homilía – es “custodio” porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.
También explicaba que, en el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Por eso pidió que seamos custodios de los dones de Dios:
“Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos ‘custodios’ de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para ‘custodiar’, también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura”.
Francisco añadía una ulterior anotación:
“El preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura”.
“Les quiero pedir un favor – decía el Papa a sus compatriotas –. Les quiero pedir que caminemos juntos todos”:
“Cuidemos los unos a los otros, cuídense entre ustedes, no se hagan daño, cuídense, cuídense la vida. Cuiden la familia, cuiden la naturaleza, cuiden a los niños, cuiden a los viejos; que no haya odio, que no haya pelea, dejen de lado la envidia, no critiquen a nadie. Dialoguen, que entre ustedes se viva el deseo de cuidarse”.
“Que vaya creciendo el corazón y acérquense a Dios. Dios es bueno, siempre perdona, comprende, no le tengan miedo; es Padre, acérquense a Él. Que la Virgen los bendiga mucho, no se olviden de este obispo que está lejos pero los quiere mucho. Recen por mí”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).